Olor de la Leche en una Mañana de Ordeño
- Francisco Pastrana Dussan
- 22 abr 2016
- 3 Min. de lectura
ARMERO, llamaba la finca de mi papá, con una extensión de setenta hectáreas aproximadas, ubicada en la vereda “EL GUAMAL” del municipio de Iquira – Huila.
El terreno era quebrado y tenía de todo: café, cacao, plátano, yuca, frutas, legumbres, suficiente agua, clima agradable, pero en especial cinco potreros con ganado de levante y un poco de ordeño.
Desde que nací, me críe en el campo hasta cumplir los siete años que me llevaron al pueblo a estudiar.
Mi papá fue siempre mi mejor amigo y como todo padre, quiso mucho a su hijo, por tanto me daba recreación y esparcimiento, pero me iba enseñando cada día y cada momento, las labores de campo y los valores que encierra la tierra en sí y toda la naturaleza, que ha sido creada para bien del hombre, siempre y cuando la sepa aprovechar.
Cuando ya empecé a tener uso de razón, me llevaba al corral a conocer el manejo del ganado y la importancia de poder tenerlo.
Hasta los cinco años de edad, mi primer alimento a tomar era aguade panela, hecha con la caña que también se cultivaba allí. Pero ya a los seis años, mi papá me llevaba al corral para que viera y aprendiera a ordeñar y de ahí en adelante ya quedó atrás la aguade panela y empecé a tomar leche recién ordeñada, sola o con un poco de panela rayada, con miel de abeja y más grandecito con brandy.
Esos momentos fueron maravillosos. Pero llegaban días lluviosos, donde al caer las gotas, el ordeñador se colocaba más debajo de la vaca para evadir un poco la mojada, pero cuidando en especial el balde donde se recibía la leche que salía de las ubres.
Uno con alpargates, recorría el terreno mojado, que en algunas partes era barrial oso pero para todos era normal. La tierra producía el olor a muñiga que no era desagradable y lo adsorbíamos de manera usual y corriente.
Para mi papá el ordeño le brindaba su importancia por ser una de las primeras labores del día pero su valor yacía en hacer entrar la vaca topa negra para que su hijo querido, tomara uno o dos vasos de leche caliente al natural y se complacía al verme satisfecho y con un bigote blanco.
Mi viejo, me valoraba tanto que llegó a decirle a las demás personas que Yo era el único niño que me parecía a un ángel, porque yo me parecía a él y él se llamaba Ángel María.
Para mí esos momentos marcaron uno de los mejores recuerdos de mi niñez. No he podido olvidar el olor tan agradable y satisfactorio que emanaba la leche recién ordeñada y que aspiraba al acercar el vaso a mi boca para beberla y sentir la satisfacción de un deseo cumplido. Mi papá me miraba sonriente al contemplar mi actitud de dicha y me decía; hijo quiere otro poquito, gracias papá pero ya quedé lleno.
Doy gracias al Creador del Universo por tantas bondades obtenidas, porque había felicidad y humildemente nada faltaba.
Mis viejos queridos, dentro de su gran conocimiento y experiencia de la vida, desde recién haber nacido, curaron mi estómago con caldo de fríjol, por lo cual a través de los años he podido comer de todo sin sentir ninguna molestia. Me enseñaron a comer cuanto produce la tierra, pues el cuerpo necesita de los nutrientes para desarrollarse y vivir bien.
Es por todo esto que cada momento que pasa, día tras día, tomo la leche en las diferentes condiciones y al saborearla solo vivo ese recuerdo grandioso de mi niñez, del campo y de esos viejos queridos que supieron darme, enseñanza, ejemplo y mucho amor.
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